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¿Me voy o me quedo?


Antes de que Ud. saque la conclusión de no tener más remedio que quedarse en un trabajo u ocupación que no lo hace feliz, tómese un tiempo para analizar sus convicciones. Analice si sus prejuicios sobre el tema son más mitos de su imaginación que realidades objetivas.


Cuando el gran pintor impresionista Paúl Gauguin abandonó su aburrido trabajo de corredor de bolsa y se mudó a Tahití, puso en práctica la fantasía escapista que todo el mundo mantiene confinada dentro de su mundo de sueños o escapadas de fin de semana. Quiza usted considere que Gauguin tuvo mucho valor (por llevar sus deseos a la realidad), o que fue un inmaduro (por abandonar sus obligaciones). La Sra. Gauguin quizá no se haya sentido demasiado fascinada con su decisión, en tanto los amantes del arte de todas partes aplauden su osadía.


Evite los autoengaños
El de Paul Gauguin puede ser un caso extremo, pero la mayoría de la gente restringe sus sueños y hace sacrificios innecesarios en nombre de alguna "realidad' mal entendida.

Existen, en el imaginario popular, una cantidad de mitos contraproducentes que muchos de nosotros utilizamos para convencernos de no hacer nada en vez de empezar a liberarnos. Esta manera de pensar tiene un precio muy alto: Sus intereses. Sus aspiraciones. Sus necesidades. Su felicidad.

Para liberarse de esa esclavitud psicológica, usted debe tomar estos autoengaños como lo que son: una manera de no arriesgarse a ser lastimado. He aquí algunos "mitos esclavizantes".

Mito 1:

Sería desleal empezar a buscar

Un veterano empleado que había trabajado 20 años en una empresa que es mi cliente reventaba de orgullo cuando se describía a sí mismo como un "leal soldado raso de la corporación". Con esto quería decir que su empleador podía contar con él para lo que quisiera cada vez que se lo solicitara. Aunque el itinerario de su carrera parecía más un popurrí de careas que una progresión lógica de movimientos ascendentes, él igual se sentía satisfecho al saber que lo necesitaban. A cambio de ese sacrificio, esperaba que siempre tuvieran un lugar para él mientras deseara trabajar.

La desmonopolización no le cayó demasiado bien, pero jamás soñó que lo afectaría directamente. Cuando apareció su nombre en un listado de "disponibles", supuso que lo trasladarían de inmediato a otra división. Incluso después de haber recibido su telegrama con 60 días de preaviso se negaba a empezar a mirar fuera de la empresa.

Sólo después de producirse su desvinculación forzosa empezó a darse cuenta de lo iluso de su posición. Suponía que la lealtad era un pacto mutuo; sin embargo, él era el único que había cumplido con el contrato. Cuando la empresa no lo necesitó más, lo descartó sin darle ni siquiera apoyo de outplacement.

Fue una lección difícil, y él estaba muy mal preparado para manejar el traspié emocional. Si se hubiera dado cuenta antes de que los cambios en la estructura de la empresa preanunciaban el fin de su contrato psicológico de empleo, habría tomado alguna medida para protegerse. Pero al cerrar demasiado tiempo los ojos anee la realidad, terminó asustado y con una actitud cínica, luchando por sobrevivir en un ámbito competitivo que no podía ni empezar a entender.

Si usted piensa que no puede irse y traicionar la lealtad de su empresa, está abdicando la responsabilidad de su propio futuro y, como algunos dirían, se está traicionando a usted mismo.

Confíe en mi experiencia: si una compañía realmente lo necesita, en el caso de que usted decida irse hará todo lo posible para que se quede.

Por ejemplo, a una capacitadora técnica que presentó su renuncia con dos semanas de preaviso le ofrecieron un contrato de consultoría para que completase los proyectos pendientes. Un hospital, que no deseaba perder a uno de sus administradores más productivos, le hizo una contraoferta excepcional para tentarlo a que se quedara.

Ninguno de estos dos profesionales tomó sus nuevos acuerdos por juramentos de lealtad. Pero, en ambos casos, fue un reconocimiento de que se valoraba su trabajo lo suficiente como para motivar a sus empleadores a conservarlos durante un tiempo más.

Mito 2:

En otro lado podría irme mal

Para cuando tomó la decisión definitiva de irse, la capacitadora técnica a quien ofrecieron un contrato eventual de consultoría estaba convencida de que jamás nadie volvería a contratarla. Ante su sorpresa, apenas una semana más tarde un ex vendedor le presentó una oferta laboral.

No es la única vez que he visto profesionales perfectamente capaces convencerse a sí mismos de que son incompetentes y no sirven. En el corazón de este escenario de indefensión a menudo puede encontrarse una baja autoestima y conflictos interpersonales con jefes o colegas.

Una pequeña evaluación de la realidad puede hacer mucho para ayudar a controlar estas fantasías autodestructivas (si es cierto que son "fantasías" y Ud. está seguro de tener lo que el perfil 2000 exige). Al establecer networking con personas con quienes había trabajado, la capacitadora técnica obtuvo respuestas objetivas acerca de su rendimiento, y esto la ayudó a mitigar sus preocupaciones.

Si su falta de confianza en usted mismo está bloqueando su capacidad de buscar mejores oportunidades, podría serle útil evaluar el mercado laboral antes de tomar decisiones definitivas. Usted puede empezar a mirar aunque no esté totalmente decidido a irse. Si su primera incursión en el mercado laboral le revela que, de hecho, a usted le falta una habilidad fundamental o una experiencia determinada, puede establecer metas a corto plazo con el fin de corregir esa falencia. Así estará listo para partir una vez adquirida la capacitación necesaria.

Si descubre (como ocurre con mucha gente) que nadie coincide con su baja opinión de usted mismo, es probable que necesite ayuda profesional. Un problema serio de baja autoestima puede realmente obstaculizar su éxito y Ud. necesita consultoría de carrera.


Mito 3:

En ningún lado ganaré tanto como acá.

Una vez alcanzado un nivel salarial respetable, es entendible que usted se resista a resignar uno solo de esos centavos tan arduamente ganados.

Sin embargo, antes de que usted transforme esta mentira contraproducente en algo paralizante, sería prudente que analizara más de cerca sus suposiciones. Lo más probable es que usted no haya analizado el mercado laboral lo suficientemente a fondo como para saber si en otro lado ganaría menos. Es posible que esté utilizando el dinero como excusa para no "poner un pie en el agua a ver si está fría". Reitero que usted puede comprometerse a echar un vistazo sin por ello comprometerse a irse. Al menos de esta manera puede basar sus decisiones en la lógica y los hechos, y no en sus "creencias folklóricas".

Antes de que la capacitadora técnica dejara a su gran empleador corporativo para irse a una firma consultora más pequeña, ella también daba por sentado que en ningún lado podría ganar tanto. De hecho, la nueva firma le ofrecía U$S 5.000.- menos por año. Estaba tan resignada a ganar menos dinero que ni se le ocurrió regatear. Tras haber obtenido apoyo profesional de consultoría de carrera, se animó a convencer a sus nuevos empleadores de que satisfacieran sus requerimientos salariales. De hecho, ellos le dijeron que se habrían sentido decepcionados si ella no hubiera presentado una contraoferta.

Como profesional, lo primero que usted debe fijarse como objetivo es desarrollar el mejor conjunto posible de habilidades, a fin de poder pretender más dinero en el mercado. Su segunda tarea es investigar empresas y dirigirse a aquellas que realmente puedan aprovechar lo que usted tiene para ofrecer.

En las entrevistas, usted debe hacer todo lo posible por convencer a los entrevistadores del valor que usted aportaría. Una vez que les demuestre que puede resolverles los problemas organizativos, explíqueles cuánto ha de costarles.

Luego venga y cuénteme que ningún empleador quiso pagarle lo que actualmente gana, y entonces quizá le crea.

Mito 4:

Quizás las cosas mejoren

Si se espera lo suficiente, algunas situaciones pueden de hecho llegar a mejorar. Pero esto siempre dependerá de como o por qué empeoraron.

Hace nueve anos, una profesional de recursos humanos se unió a una importante corporación especializada en cuidados para la salud. Seis meses después, participó de su primera reorganización. Si bien sobrevivió con su puesto intacto, su carga de trabajo prácticamente se duplicó de la noche a la mañana.

"No se preocupe -le dijo su gerente- las cosas mejorarán".

Eso fue hace más de ocho años. Desde entonces, atravesó cinco reestructuraciones diferentes. Cuando no se veía afectada personalmente, le tocaba despedir a otros.

Estos cambios francamente ya no la emocionan demasiado. Ha escuchado demasiadas mentiras. Sin embargo, se resiste a irse. Ha estado allí nueve años... suficientes como para estar familiarizada con el sistema y sentirse cómoda con mucha gente. Además, sigue convencida de que puede encontrar algún lugarcito seguro en la empresa que no vaya a ser reestructurado.

Supongo que a muchos les cuesta aprender de la experiencia.

Mito 5:

Si no estoy feliz es por mi culpa

Culparse porque no le gusta su trabajo no resolverá ningún problema. Si desea responsabilizarse más por su felicidad, debe pensar que hay algo que no funciona. Intente comprender por qué su empleo, su empresa o su rubro profesional no satisfacen sus necesidades, y podrá enfocar sus ener­gías a fin de lograr un mejor funcionamiento.

A usted se le pueden ocurrir miles de motivos (equivocados) para quedarse en una situación que no le agrada. Pero negar la realidad (o su grado de insatisfacción) en algún momento le jugará en contra. Si no hace nada por remediar la situación que detesta, lo más seguro es que terminen despidiéndolo. Puede intentar ocultarles sus sentimientos a sus colegas, pero la negatividad tiene maneras de filtrarse cuando uno menos lo espera. A muchos nos cuesta poner cara de poker.

Esto es exactamente lo que le ocurrió a un representante de ventas de una empresa de revestimientos de aluminio que deseaba trabajar en algo más sofisticado. Mientras dudaba entre si quedarse o irse, dejó de prestar suficiente atención a sus cifras de venta. Bajaron por debajo de la cuota requerida y, antes de que se diera cuenta de lo que estaba pasando, le dieron tres meses de indemnización y carta blanca para buscarse otra cosa mejor.

De la misma manera, una secretaria ejecutiva estaba tan aburrida de hacer todos los días lo mismo que apenas podía arrastrarse a su trabajo por las mañanas, y eso nunca antes de las 9.30. De ahí a tomarse largas horas para almorzar, y fines de semana incluso más largos, sólo hubo un paso. Su falta de motivación era evidente hasta para el más distraído. Lo que logró fue el telegrama de despido junto con tres meses de indemnización para dilucidar qué hacer a continuación.



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