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AULA, NUEVOS COMPAÑEROS

Una de las grandes pesadillas de muchos niños es repetir curso o cambiar de colegio, y verse obligados a hacer nuevos amigos. Sin embargo, en una sociedad en perpetuo cambio nadie está a salvo de esta posibilidad. Aprenda a evitar a sus hijos estos importantes disgustos.

Son muy pocas las personas que no se sienten intimidadas y cohibidos ante la necesidad de entablar una relación con extraños. Pues bien, los niños no se libran de esta incomodidad ni de estos miedos.

Edad, ¿elemento determinante?

Si bien es cierto que cuanto más pequeño es un niño, mayor facilidad tiene para relacionarse y jugar con otros niños, también es verdad que a partir de los nueve o diez años las cosas cambian considerablemente.

Esta es la edad en que los niños comienzan a construir pandilla, cuando el peso de la autoridad de los padres comienza a declinar y su espacio queda ocupado por los compañeros de juegos y de aventuras. Por tanto, es a esta edad cuando un niño puede verse más afectado por un cambio de clase y de compañeros.

Pero, como a menudo resulta evidente, los niños no son tan frágiles como el cristal, y a menudo sorprenden a los adultos con su capacidad de adaptación y flexibilidad. De hecho, a estas edades, son pocos los niños que son marginados, si se piensa en épocas más conflictivas como la adolescencia.

El niño repetidor

El mero hecho de repetir un curso no tiene por qué resultar perjudicial para el niño. Sin embargo, bien es cierto que a menudo trae emparejadas una serie de consecuencias. Por una parte, el niño repetidor ha sufrido un duro golpe contra su autoestima, pudiéndose sentir ridículo y diferente, "especial", e incluso desamparado.

Esta imagen a menudo se corresponde con lo que el resto de compañeros esperan de él, es decir, que sea un chaval cohibido y retraído, formándose el caldo de cultivo ideal para entrar en un círculo vicioso.

Pedagogos y educadores han estudiado exhaustivamente esta problemática, facilitando en gran medida la promoción de los alumnos. Así queda patente en la LOGSE, la Ley de Ordenación General del Sistema Educativo, que propone muchas medidas de cara a evitar tan mal trago a los niños.

El niño forastero

El niño forastero es aquel que por diversos motivos ha necesitado cambiar de vivienda y, por tanto, de escuela. El caso de estos niños es muy diferente al del repetidor. Su autoestima suele estar intacta y, aunque nerviosos e inseguros, es probable que tarden poco en hacerse un hueco entre sus compañeros. Y es que en estos casos no está presente el clásico miedo a ser considerado diferente e incluso -en palabras de muchos niños- "tonto".

Ante todo ello,... ¿qué hacer?

La reacción habitual del adulto ante estos casos no dista mucho de la de los niños. Aparece la inseguridad, el malestar, el estrés,... un montón de pensamientos e imágenes se agolpan en la cabeza, llegando a considerar este cambio como un verdadero drama familiar.

Es bastante común que los padres procuren ocultar su nerviosismo, lo cual es una postura bastante responsable. Sin embargo, los pequeños gestos como evitar la mirada, frotarse las manos, eludir el tema, etc., no pasan desapercibidos a la mirada inquisidora del niño. Por ello, es bastante común que se genere un ambiente sustancialmente tenso, que en nada facilita las cosas. Frente a ello nada mejor como seguir unos consejos:

Dialogar con profesionales. El tutor es un experto en las relaciones que los niños mantienen en la clase y un perfecto conocedor de las técnicas de grupo más propicias para facilitar su relación e integración. Además, cuenta con el apoyo de los pedagogos y psicopedagogos del centro.

Mostrar comprensión. El mero hecho de comprender en profundidad lo que el niño está viviendo, es decir, ponerse en su lugar y compartir su estado de ánimo contribuye a formar una visión realista de las cosas.

No dramatizar. Las personas sufren a lo largo de su vida periodos de más o menos aislamiento, lo cual, es normal. Esto no significa nada malo, e incluso es beneficioso.